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En una conocida anécdota, el compositor John Cage cuenta que se introdujo en una cámara anecoica con la esperanza de escuchar el silencio absoluto. Llevaba po
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En una conocida anécdota, el compositor John Cage cuenta que se introdujo en una cámara anecoica con la esperanza de escuchar el silencio absoluto. Llevaba poco rato encerrado cuando escuchó dos sonidos, uno agudo y otro grave. El ingeniero encargado de la cámara le explicó que el agudo era el ruido de su sistema nervioso y el grave, el de su sangre circulando. «En realidad», concluyó Cage, «por mucho que intentemos hacer un silencio, no podemos». No podemos, en efecto, acceder a ese silencio total pero podemos reflexionar, imaginar e intentar representar su complejidad e intensidad. En estos ensayos Marcela Labraña recorre y compara algunas de sus entonaciones en distintas épocas y culturas: el trayecto del gesto harpocrático desde sus orígenes herméticos hasta hoy, un mapa vacío de Lewis Carroll, un plano imposible de Juan Luis Martínez, los monocromos de Yves Klein, las curiosas páginas de Laurence Sterne, un poema erótico de Octavio Paz. Estos y otros ejemplos analizados en este libro ;écfrasis, poemas visuales, emblemas, ilustraciones, catálogos, cartografías y cuadros; se sitúan en la encrucijada entre la literatura y las arte visuales, por lo que se resisten a un estudio estrictamente disciplinario. Así, se despliega la naturaleza heterogénea del silencio, que opera como señal de respeto ante los misterios divinos, estrategia política o síntoma de una dificultad expresiva, pero también como signo de ironía, de absurdo existencial o de plenitud.