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“En los libros de este segundo volumen, y aun desde Una aventura blanca, Manuel Padorno opta por procedimientos fuertes de formalización, ya sea con el
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“En los libros de este segundo volumen, y aun desde Una aventura blanca, Manuel Padorno opta por procedimientos fuertes de formalización, ya sea con el recurso a las estructuras cerradas (sextina, soneto, décima) o sea con distintas combinaciones numéricas de versos y estrofas dentro del ritmo peculiar de sus endecasílabos blancos. El peso de pautas previas tan marcadas va anclando la sensación de proyecto a la vez que garantiza su consistencia musical. Hay en ello algo de rito, de ceremonial que cristaliza en la repetición (“donde va a celebrarse aquel oficio / del agua”), cuyo ejercicio transformara el orden de las cosas, la cadena de las causas y efectos, hasta que el poeta llegue a sentir que son su mirada y su escritura de cada amanecer las que ponen en marcha la mañana. Pero hay algo también en esa repetición de mecanismo exento, de pulsión que quisiera convertir el gesto en mundo, el instante en espacio, y que hace de la luz una y otra vez árbol, gaviota, agua, vaso, una bebida desconocida. La utopía suele tener un nombre, como lo tuvo primero la isla de More y otras muchas luego: la Nueva Atlántida, de Francis Bacon; la Ciudad del Sol, de Campanella; Oceana, de James Harrington; o incluso, sin nombre propio, la “república poética”, de Robert Burton. Edenia, el nombre aquí usado, remite al paraíso y al deseo de suturar la separación entre la naturaleza y lo humano (…) porque no hay en Edenia sociedad; el yo está solo, es solo, en su mundo extraordinario.” (…) Miguel Casado. Manuel Padorno (Santa Cruz de Tenerife, 1933-Madrid, 2002). Después de un breve paréntesis en Barcelona, su familia se instaló en Las Palmas, donde él estudió bachillerato y se inició en sus grandes pasiones: la pintura y la poesía. En 1955 se trasladó Madrid, ciudad en la que trabajó como editor y donde vivió hasta mediados de los años ochenta, cuando se trasladó a Punta Brava, en Las Palmas. En ese mismo año apareció su primer libro, Oí crecer las palomas, al que siguieron más de una veintena de títulos de poesía, entre los que destacan A la sombra del mar (1963), Coral Juan García (1977), Una bebida desconocida (1986), El náufrago sale (1989), Desnudo en Punta Brava (1990), Éxtasis (1993) y dos volúmenes: Hacia otra realidad y Canción atlántica. Padorno fue merecedor de galardones como el Premio Canarias de Literatura (1990), el Premio Nacional Pablo Iglesias de Letras y Pensamiento (1993) y el Primer Premio Internacional de Poesía Ciudad de Las Palmas. Fue uno de los principales promotores de la Academia Canaria de la Lengua, de la que fue nombrado vicepresidente en 1999.